FORMACIÓN MISIONERA (Formación apostólica, formar misioneras, formar criterio, formar carácter, entrega a la misión, misionera de verdad)
- Después de que hablamos ayer en Comunidad sobre el espíritu misionero, me parece importante remachar en la reunión de hoy algunos puntos básicos de nuestra formación apostólica. Las misiones son obra del Espíritu y por tanto de la oración. El Reinado de Cristo en el mundo es la única misión de la Iglesia. Comprenderlo así, y convencernos de que somos miembros vivos del cuerpo de la Iglesia, es una gracia de Dios muy especial. Es una llamada a la vida interior del todo llena y perfecta. Nuestro deseo del Reino debe llevarnos a orar continuamente por los misioneros y misioneras, y a pedir para ellos el mismo fuego que el Espíritu Santo encendió en los Apóstoles en los comienzos de la Iglesia. Junto con el espíritu de oración, nada me parece tan importante como el testimonio de vida de las misioneras. La alegría, la entrega, la fidelidad al Padre, la confianza. En misiones se necesitan monjas de mucha vida interior, de probada abnegación, equilibradas y con la mayor preparación posible. (Pág. 167).
- Me he propuesto formar misioneras que sepan vivir en Dios. Desprendidas, humildes. Entregadas a Cristo con un corazón alegre y confiado. Misioneras que vivan de Dios, para la Iglesia y los hermanos. Pendientes del Espíritu, que es luz, acierto, inspiración y fuerza… (Pág. 203)
- Misioneras totalmente entregadas a su misión. Capaces de aceptar las incomodidades y sacrificios con naturalidad, sin pensar que son grandes. Sin envidiar ni menos preciar otras misiones, porque todas son parcelas de la única misión de Cristo. Misioneras que abarquen lo grande y lo pequeño, porque con la mira puesta en Cristo Redentor el sacrificio desaparece y se borra. Como Cristo dio su vida para redimirnos, el misionero debe dar la vida por sus hermanos. Quiero misioneras unidas por el amor, en armonía. Generosas en perdonar y en olvidar pequeñeces. Sinceras, leales, con grandeza de alma. Equilibradas, abiertas, con criterios amplios. Así es como entiendo la vida misionera. Vida de oración, de unión personal con Cristo, de entrega incondicional a los hermanos. Uniendo en lo posible vida activa y contemplativa. (Pág. 204)
- Reunión con las jóvenes que se preparan a su compromiso definitivo. Me he propuesto que estas reuniones sean encuentros no sólo de dirección espiritual, sino de formación del criterio, del carácter y actitudes. Que las jóvenes me digan lo que sienten y lo que quieren, y que me expongan sus dificultades con confianza… Ahora que empieza el Instituto quiero formar una generación nueva en todos los sentidos. Apta para todo. Misioneras discretas, sencillas, prudentes, sinceras, activas, responsables. Capacitadas para vivir en acción y en soledad… Preparadas a toda privación y a toda verdadera alegría. Con una paz inalterable y una felicidad plena. Alter Christus, en sus criterios, carácter y actitudes (Pág. 208)
- Reunión con las jóvenes: sobre “Formación del criterio”… Cristo, única norma de nuestra vida…Ahincar en el conocimiento interno de Cristo Redentor para asimilarnos su ser. (Pág. 214)
- Reunión con las jóvenes: “Necesidad de formar el carácter”. Motivación: por nuestra paz y por la felicidad de los demás. Cualidades de un buen carácter: Sencillez, equilibrio, delicadeza. Saber comprender las debilidades ajenas. Naturalidad, no querer destacar. Evitar lo que molesta a los otros. Cómo perfeccionar el carácter: Ahondar en el conocimiento personal. Descubrir mis rarezas, todas propendemos a alguna. Evitarlas en lo posible. Luchar contra la desigualdad en el trato, la frialdad, el fingimiento, la irreflexión. Unir bondad y energía con espíritu evangélico. La bondad es compasiva, brota de las entrañas. Sufre con los que sufren. No puede ver sufrir, lucha contra la injusticia. Remedia lo que puede e implica el corazón. Perdona siempre y olvida siempre. (Pág. 215)
- He empezado el trabajo sobre “Nuestro Espíritu”. Hace tiempo, hice el esquema con el P. Zameza. Se trata de un plan completo de formación misionera, que iré desmenuzando en un ciclo de conferencias a la Comunidad. (Pág. 223)
- Hoy he presentado a la Comunidad el plan general de formación misionera que ha sido acogido con mucho entusiasmo. En este primer encuentro nos hemos centrado en lo que yo sueño, quiero y deseo que sea nuestro Instituto, en su carisma misionero redentor. Este Instituto… De esta característica brota una obligación ineludible y urgente: la de formarnos de una manera especial para la vida misionera propia del espíritu misionero redentor. Formación que debe abarcar todo nuestro ser. (Páginas 224-225)
- Conferencia a las jóvenes y a la Comunidad… Deseos de remediar tantos males de hermanos nuestros, con abnegación, con optimismo, sin quejas, sin lamentos, sin incomprensiones, que revelan falta de base en la formación misionera. (Páginas 226-227)
- Antes que nada, he querido deshacer un error que consiste en creer que las personas poco aficionadas a la oración, a la vida interior, son las más aptas para la vida misionera. Como si la vocación apostólica no exigiera más que actividad exterior, afición al trato social, y hasta una especie de inconstancia caprichosa. ¡Qué equivocados están los que discurren así! Soy de las que firmemente creen que para que una misionera lo sea de verdad lo primero que hay que arraigar en ella es su afición profunda a la vida de oración. Una oración alta, larga, profunda, cercana a la contemplación. De esa que sabe adentrarse en los misterios de la Divinidad y sorprender allí los arcanos de la Redención.
¿Vocación misionera la que no sabe de mucho trato con Dios, la que no está enamorada a fondo de Jesucristo, y no sabe de memoria sus gustos, aficiones, entusiasmos y tendencias para irlas copiando en sí misma, trazo a trazo?
¿Vocación misionera la que no gusta de la solemnidad del Oficio Divino, médula de la sagrada Liturgia, la que le espanta la soledad de un claustro y le hastía el silencio y el recogimiento? ¡Engaño, grande engaño! ¡Lamentable ilusión! Precisamente para que el brote de una vocación misionera rompa en frutos de gloria de Dios tienen que nacer de una vida interior arraigada y fecunda, pero escondida en Dios. Tenemos que saber hacer de nuestra vida sencilla vida de intensa oración. Y entender bien entendido que de la fidelidad al Espíritu depende toda la eficacia de la vida misionera. Porque el Espíritu santo rara vez se comunica sino a través de apóstoles llenos de él mismo… la imagen de Cristo Redentor de la humanidad… Aspiremos a esta maternidad espiritual, la más fecunda, la única que logra que se dilate la gran familia de la fraternidad y el amor (Páginas 228 - 230)
En una situación tan difícil como la que estamos atravesando, quiero prestar mucha atención a las Comunidades. Me he propuesto formar misioneras que sepan vivir de Dios. Desprendidas, humildes. Entregadas a Cristo con un corazón alegre y confiado. Misioneras que vivan de Dios, para la Iglesia y los hermanos. Pendientes del Espíritu, es luz, acierto, inspiración y fuerza. Porque el Señor quiere extender su Reino por los más pequeños. (Pág. 203)
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